
Irina Cortés
Miércoles, 4 de enero 2017, 12:07
Desde noviembre todo en el ambiente indica que ya es Navidad, cada vez antes y cada vez con más fuerza. Algo que no sólo afecta a los pequeños y pequeñas de la casa sino a los adultos; padres, abuelos, tíos...
La Navidad para los adultos puede ser una época agridulce ya que la nostalgia por los que faltan es más patente que nunca, una nostalgia que pasa más desapercibida con la alegría contagiosa de los menores. Para los niños y niñas la Navidad sigue siendo una época mágica, de alegría, fiesta, reunión y, por supuesto, regalos.
Esperan con ansiosa esperanza la llegada de Papá Noel o los Reyes Magos o de ambos y la familia en general busca hacer los mejores regalos para que en definitiva sean felices.
Hace semanas que miles de familias escuchan la misma frase sin descanso : ¡Me lo pido!
"Significa que los niños, sienten el afán desenfrenado por tenerlo todo y si se pudiera en el mismo momento en el que lo desean. Si cada vez que quieren algo lo consiguen, en el momento en el que esto no ocurra, y no tiene por qué ser con un regalo, sino con una salida prevista que al final no pueda hacerse, por ejemplo, nos encontraremos con niños y adolescentes con baja tolerancia a la frustración", explica la psicóloga infantil Mayte Sequeda.
Según su opinión el no conseguir todos los regalos que quieren es una excelente oportunidad de enseñarles que, en la vida, no siempre conseguiremos lo que queremos. En general es un buen momento para evitar el consumismo e intentar despertar el deseo de compartir, sean regalos, tiempo, cariño...
Regalar es una muestra de cariño una convención social con la que mostramos afecto pero que a veces en el seno de las familias se va de las manos.
"A veces reciben más de 10 regalos de todos los miembros de la familia que "compiten" para contentar al niño o niña. Los niños, cuanto más reciben, más vacíos se sienten, no valoran cada regalo cuando aparecen como un tsunami en un corto periodo de tiempo", explica Sequeda
Para solucionar este empacho, se recomienda la regla de los cuatro regalos. Esta consiste en elegir sólo cuatro cosas (entre toda la familia) apoyadas en los siguientes principios: 1. Algo que sirva para llevar: ropa, complementos... 2. Algo para leer. 3. Algo que los niños realmente deseen y 4. Algo que realmente necesiten.
Para ello los psicólogos y educadores explican que lo ideal es que toda la familia se ponga de cuerdo en el tema regalos; escriban una carta a Papá Noel o los Reyes con los niños para determinar unas prioridades y poner límites.
Y por supuesto no olvidar que los regalos también deben emocionar y adaptarse a la personalidad del niño y a sus gustos.
Sin duda algo difícil de resolver con la cantidad de juguetes que existen y el constante bombardeo de anuncios y estímulos en estas fechas.
No obstante cualquier vistazo a los famosos catálogos de juguetes o jugueterías para ver que hay todo un mundo detrás de la elección. Para elegir un regalo, además de que le guste al destinatario, debemos asegurarnos de que el juguete sea seguro. Es decir, que cumpla la normativa, no tenga piezas pequeñas, no sea tóxico, no tenga bordes o aristas cortantes. Si funciona con pilas que éstas no sean fáciles de extraer por el menor.
Desde la Escuela Rooter Montessori de Zafra nos cuentan que, además, los juguetes pueden y deber atender al concepto de igualdad y no discriminación. Para ello los familiares pueden consultar la documentación creada desde las Oficinas de Igualdad y del Instituto de la Mujer.
Se trata de regalar igualdad y de no transmitir estereotipos sexistas.
"Los juguetes no deben ser regalados en función del sexo, sino de lo que aporten al que se los vas a regalar. En los mismos deben fomentar la imaginación y la socialización. No hay juguetes de niños y de niñas"
Una idea que pese a todo, no está muy extendida ni en catálogos ni en anuncios.
"La socióloga Elizabeth Sweet, denunció hace poco en el New York Times: Hemos hecho grandes avances hacia la equidad de género en el último medio siglo, pero en el mundo de los juguetes se parece mucho más a la década de los cincuenta, recuerda Mayte Sequeda, quien finalmente recomienda
"A menudo, triunfa lo más simple (es común ver a los niños jugando más con los envoltorios que con el juguete en sí"
Una forma de recordar que los juguetes sólo son juguetes, no sustituyen al amor de la familia, ni a su atención. Por eso cuando los niños crezcan más que recordar los juguetes recordarán los juegos, a los compañeros de esos juegos, los sentimientos y las emociones que experimentaron. Igual que hacemos los adultos cuando recordamos nuestro juguete preferido.
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