Irina Cortés
Martes, 27 de diciembre 2016, 12:30
La céntrica calle Sevilla de Zafra esconde para aquellos turistas despistados uno de sus secretos más dulces. El convento de Santa Clara y la tienda en la que se despachan los dulces que preparan las Hermanas Pobres de Santa Clara. Unos dulces que en esta época son más demandados que nunca; Los corazones de Obispo, que prefieren llamar Corazón de Almendra (dulces elaborados con almendras), magdalenas, bizcochos, mazapán, Pasteles de Gloria o perrunillas que pueden ser comprados durante todo el año a través del torno situado a la entrada del convento. Además, en temporada, se elaboran Cubiletes Reales; dulces totalmente artesanales que precisan mucha dedicación. Por ello, y para responder a la demanda de las fechas trabajan en el obrador mañana y tarde tras los rezos. Les llegan pedidos de Zafra, Madrid, Barcelona, Logroño y todos los que prueban los dulces quedan satisfechos.
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"La confección de dulces es nuestro medio de vida, con lo que nos sustentamos las 19 mujeres que vivimos aquí", explica Sor María Celina "hemos adquirido algún tipo de fama por los dulces pero nuestra vida y nuestra misión es la oración, la intersección y el sacrificio anónimo. Estamos consagradas a la vida contemplativa y a la formación, con máxima volcación en la liturgia", explica.
Más allá de ajetreo de las navidades y la venta de dulces, o venta de abanicos en verano, las hermanas clarisas vuelcan sus días en la oración siguiendo su vocación. "Somos una comunidad muy alegre, todo el mundo nos lo dice, cantamos mucho, y por lo mismo proponemos vivir en la alegría. En esta época, en especial, con los villancicos y los belenes por todos los rincones del convento estamos especialmente alegres" dice Sor Celina.
Una alegría que quieren que todos en ésta época compartan, volviendo a las raíces de la fiesta, la venida del niño Jesús, sin tanta superficialidad.
"A veces parece que lo que menos se celebra es el nacimiento de Cristo; el hijo de Dios que vino a salvar a cada hombre y a cada mujer porque nos ama tanto que no quiere que nos perdamos. Vino y nos salvó y eso es lo que conmemoramos todos los años. Y lo que nos gustaría es que la gente viviera la alegría que nosotras tenemos y que es la misma de cualquier persona ante un familiar muy cercano y muy querido que viene a vernos, una espera gozosa"
Con su alegría y con las manos en la masa trabajan las clarisas para alegrar esa espera con dulces artesanos.
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