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Y en esto llegó Pascual

Y en esto llegó Pascual

Artículo de opinión del mes de julio

JUAN CARLOS Fernández

Domingo, 22 de julio 2018, 06:08

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Que el tiempo vuela es algo que constatamos con mayor facilidad los que ya tenemos alguna edad. Pasan las semanas y los meses a velocidad de vértigo, de tal modo que cuando nos damos cuenta empezamos a contar historias y batallitas de hace dos, tres o más décadas, y parece que lo narrado hubiese sido antier.

Como saben de mi afición por los latinajos, aprovecho para ponerles aquí el clásico tempus fugit , que queda muy bonito. Les digo esto porque quien les escribe se percata de que han pasado dos decenios desde que en el mes de julio de 1998 apareciera por Zafra la empresa hospitalaria Pascual y Pascual para anunciar que construiría un hospital en la localidad. Ya saben ustedes que desde hacía años existía esa demanda (una residencia, se pedía); que se enredó y se manipuló sin medida; que se mintió al granel.

Por resumirles, Zafra nunca tuvo «concedido» un hospital que birlaran desde Llerena. Simplemente, las demandas locales, a pesar de los apoyos que existían, no consiguieron enervar las gestiones llerenenses en un momento en el que, después de descartado cualquier hospital, alguien decidió que había que mudar de criterio y construir uno en la zona. Como estudié el asunto durante tres años y lo plasmé en un voluminoso libro, creo saber de lo que les hablo.

Léanlo si quieren conocer algunos jugosos detalles. En fin, la demanda social, muy atenuada aunque latente, existía. Por eso en 1997 se había constituido una plataforma para reivindicar el hospital, que acometió con entusiasmo la realización de informes, su exposición en entrevistas ante autoridades locales, regionales y nacionales y, por supuesto, mantuvo viva la llama de la reivindicación.

En estas andaban cuando una mañana de julio del noventa y ocho corrió por Zafra la noticia de la inminente inversión de una empresa en la construcción de un hospital. Así, mientras las Administraciones se tiraban los trastos unas a otras, aparecía un empresario como deus ex machina que solventaría en un pispás las cuitas sanitarias comarcales. En verdad ocurrió todo lo contrario: si el deus ex machina resuelve tramas endiabladas, en este caso el enredo sólo acababa de empezar.

La cuestión era que la empresa Pascual y Pascual mantenía una clara estrategia empresarial: invertir en lugares en los que la demanda existía y, al crear una alta presión social, forzar a las Administraciones a establecer conciertos integrales. Ahí estaba el problema: los órganos gestores de la sanidad pública tienen como norma concertar los servicios que sean precisos, pero no establecer el concierto integral.

De hecho, a Pascual y Pascual le falló su apuesta en otras dos localidades andaluzas: Montilla y Lepe. En todo caso, la empresa disponía de varios centros más en Andalucía. Y según explicaba su máximo responsable, la razón por la que venían a Extremadura era dar un respiro a sus inversiones en aquella Comunidad, en la que ya habían crecido bastante.

En Zafra la noticia se acogió con alborozo entre la ciudadanía y entre los representantes políticos, que se apresuraron a señalar que se reparaba una injusticia histórica, mientras sorprendían e incluso indignaban las advertencias de quienes conocían el modus operandi de la empresa sanitaria y recomendaban no entrar al trapo.

La verdad es que el conflicto se iba fraguando paso a paso: se tramitó la habilitación de los terrenos para que fuera posible la construcción del hospital, se iniciaron las obras a finales de año y, doce meses después el edificio estaba construido. Se abrieron las puertas y durante algún tiempo se ofreció asistencia gratuita. Cuando los propietarios entendieron que era el momento oportuno, cerraron el centro y la presión social se incrementó espectacularmente.

En un tiempo en el que estaban a la vuelta de la esquina las transferencias de la gestión sanitaria a las Comunidades Autónomas que aún no disponían de ellas, al conflicto social se sumaba el político. Y en Zafra, los representantes municipales locales anduvieron (anduvimos) ocupados con esta cuestión durante larguísimos meses: plenos, declaraciones, manifestaciones, reuniones, conciliábulos, estrategias...

Finalmente, el Insalud prometió la construcción de un hospital en Zafra, pero se transfirieron las competencias y, con audacia, la Junta de Extremadura compró el hospital y lo puso en funcionamiento, desde luego no con aplausos unánimes. No hay espacio aquí para entrar en más detalles que, como antes les decía, tengo más que desarrollados en mi publicación de 2008 (¡diez años ya de mi primer libro!) Sólo quiero recordar que aquellos meses fueron, para los que andábamos por los terrenos de la política en la parte derecha, de lo más incómodos, porque nos veíamos en la tesitura de presionar al Gobierno nacional, lo que hacíamos, sin que por eso concitáramos especiales simpatías puesto que la izquierda utilizó el asunto como arma arrojadiza, sin lugar a treguas.

La batalla de la propaganda siempre la ganan ellos, qué le vamos a hacer. Finalizo: con independencia de las tácticas empleadas por Pascual y Pascual, sin entrar a enjuiciar sus planteamientos estratégicos, lo cierto es que la construcción del centro sanitario dio lugar a un enredo monumental pero, a la postre, fue también origen de que hoy exista un hospital. Otra cosa es cómo funcione, qué servicios tenga, qué deficiencias, qué virtudes: sobre esto ya no sé nada.

Yo estudié la historia hasta el momento en que se puso en funcionamiento. Bastante hice, si me lo permiten, por intentar aclarar tamaño embrollo de décadas. Por buscar la verdad documentada y deslindarla de la manipulación sistemática.

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