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Lo institucional, lo jacobeo y la Vía de la Plata

Lo institucional, lo jacobeo y la Vía de la Plata

Nuevo artículo de opinión

Juan Carlos Fernández

Domingo, 10 de septiembre 2017, 07:48

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Si la Vía de la Plata supone un valor en sí misma, por su historia y por sus posibilidades, al utilizarse también como ruta de peregrinación a Santiago se disparan sus potencialidades culturales, económicas y turísticas. Estamos ante una sinergia de una magnitud no siempre comprendida, en la que muchas veces las autoridades han ido a remolque de la realidad social, cuando no se han convertido en obstáculo. En abril del año pasado, el Ayuntamiento de Zafra decidió reincorporarse a la Red de Cooperación de Ciudades de la Vía de la Plata, a la que se asoció en enero de 1998, y en la que se causó baja por motivos económicos en el anterior mandato municipal. Creo que es un acierto retornar porque las múltiples actividades e iniciativas que la Red acomete son beneficiosas, con independencia de que en los tiempos que corren la multiplicidad de competencias en materia turística hagan que fluya un notable caudal de gasto e inversión. Déjenme que me remonte al siglo pasado para encontrar algunos antecedentes de esta organización. Corría 1965 cuando el alcalde de Gijón propuso que ciudades unidas por la carretera nacional 630 se aliasen para promocionarse. Dos años después, Badajoz y Zafra presentaron candidaturas para pertenecer a lo que se denominaría Mancomunidad del Camino de la Plata, y sufrieron la oposición de los representantes de Asturias y de León, que entendían que l a s postulantes no estaban integradas en la vía de comunicación. Las intervenciones de los gobernadores de Badajoz y Cáceres y del alcalde Francisco Luna hicieron decaer las objeciones, consumándose la incorporación. La pertenencia a esta entidad proporcionó a Zafra un caudal propagandístico impagable y menudearon las visitas organizadas a nuestra localidad. Por entonces, además, aún se contaba con el enlace ferroviario Gijón- Sevilla, desaparecido en los años 80. Años después, en la ciudad hemos sido beneficiarios, entre muchos programas públicos, del proyecto Alba Plata, fruto del cual se pusieron en funcionamiento en el convento de San Benito un albergue y un centro de interpretación, con un notable desembolso. Me refería al principio al valor añadido que supone que la vía que nos une con el norte sea también tránsito de peregrinos hacia Santiago. Dejemos de lado por qué motivos peregrina cada cual, aunque no se puede olvidar que el sentido primigenio es de carácter estrictamente religioso. Aunque sólo sea, como señala el profesor Bango Torviso, por simple escapismo, el peregrino transita a pie o en bicicleta y come, descansa, y disfruta cuanto puede, de los lugares por los que pasa. Merecen especial atención estos transeúntes. Un servidor había teorizado sobre la cuestión en un texto que expuso ante el I Congreso Nacional de Centros de Iniciativas Turísticas, que tuvo lugar en Zafra en 2009. Ahora les hablo con algo de conocimiento de causa, después de haber recorrido a pie aproximadamente la mitad de la distancia que separa a Zafra de Santiago. Las Administraciones han tomado buena nota de las posibilidades de este flujo y han invertido en albergues y en señalización, complementando la oferta privada. Las asociaciones han pintado las celebérrimas flechas amarillas tan apreciadas por el caminante, que prácticamente puede recorrer los senderos sin temor a perderse. El camino ha traído siempre savia vivificante, el intercambio de personas de lugares lejanísimos siempre ha sido fructífero. Y sigue siéndolo, qué duda cabe. Pero con frecuencia no han entendido esto las autoridades. Me contaba hace unos días una posadera (déjenme que emplee este término) que en su localidad los peregrinos dormían o en el suelo de una escuela abandonada, o en un colchón que ella les prestaba; que no eran bien vistos estos viajeros, o se les recibía con indiferencia... Olvidaban tan despistados munícipes que en esos pueblos tan pequeños, sin grandes tesoros artísticos, es más que probable que los caminantes fuesen de los pocos turistas que pudiesen recibir. Hoy, esto ha cambiado bastante. Creo que, superada en buena medida la incomprensión administrativa hacia el fenómeno jacobeo, queda pendiente que sea conocido en su justa medida en las escuelas. Algo intenté mientras presidí el Centro de Iniciativas Turísticas, creo que con buena acogida. No es mala cosa, me parece, hablar a los escolares de valores como el esfuerzo o el sacrificio para alcanzar una meta; y algo de geografía e historia también pudiera aprenderse, cosa que vendría más que bien. Acaso sea también deseable que se aprovechen los hermanamientos para la promoción jacobea. Claro, para esto hay que intensificar las relaciones en todos los órdenes; puede que algún día me refiera a esto. De la Vía de la Plata, en fin, debe extraerse todo el potencial turístico y económico; del peregrinar han de obtenerse enseñanzas morales. Y de la amalgama económica, social, religiosa y turística, contemplando con amplitud de miras este milenario camino, deberíamos comprender que nos encontramos ante un elemento de cohesión, de potenciación de nuestras señas comunes de identidad, de refuerzo de nuestra personalidad histórica, en unos tiempos en los que algunos, como en esos platos de la cocina ultramoderna, apuestan por la deconstrucción cuando más falta hacen la unidad y el aprecio del propio ser y devenir.

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